Félix Ángel Moreno Ruiz

domingo, 16 de octubre de 2016

EL HOMBRE QUE AMABA A FRANCO BATTIATO de Juan Bosco Castilla

DIGNIDAD LITERARIA


Hay novelas que, desde el título, despiertan la empatía del lector. Y eso es, precisamente, lo que me ha ocurrido con El hombre que amaba a Franco Battiato, la última obra de mi paisano Juan Bosco Castilla: la mención al cantautor siciliano de nariz prominente (por el que sienten verdadera pasión Orlando, el protagonista del relato, su autor, mi gran amigo Antonio María Cabrera y un servidor) ha hecho que me acerque al libro con una especial predisposición.
Pasado el título (y la portada), me he adentrado en una historia que, desde la primera página, no decepciona y cuya lectura ofrece múltiples aristas.
Porque El hombre que amaba a Franco Battiato es, en primer lugar, una más que aceptable novela de andanzas detectivescas. Con la excusa de la búsqueda de un manuscrito (el Macguffin, que diría Alfred Hitchcock), el protagonista se embarca en una alocada y peligrosa aventura que lo llevará de Aleda, un imaginario pueblecito de Los Pedroches, a Sevilla y, desde allí, a recorrer varias ciudades europeas e, incluso, a saltar el charco y visitar Nueva York. El autor sigue los cánones establecidos: acción continua y trepidante, clímax repartidos sabiamente para que la atención no decaiga y un final impactante y con doble giro. Sin duda alguna, la trama hará las delicias de los aficionados a un género que, pese a las modas imperantes en cada momento, seguirá siempre vigente.
Pero El hombre que amaba a Franco Battiato es, también, una reflexión irónica y lúcida sobre el mundo (o mundillo) que rodea a la creación literaria: la apropiación de ideas ajenas, el plagio (descarado o enmascarado) de obras, la procelosa (y, en la mayoría de las ocasiones, inútil) búsqueda de editorial, el amaño de los concursos literarios, la relación (peligrosa y ambigua) entre literatura y política, las falsas e hipócritas amistades literarias, la contraposición entre ética y estética (“uno piensa que los poetas son como las poesía que escriben, que su espíritu está lleno de metáforas y que aman tanto y tan dulcemente como dicen, pero es todo mentira. Su corazón no está lleno de atardeceres y de mariposas, sino de las mismas moscas de la mierda que pueden volar en el corazón de cualquiera” dice acertadamente un personaje)… Todos los que conocen ese mundo (entre los que se encuentran el autor y el que ahora escribe estas líneas) no pueden menos que sonreír (con una sonrisa amarga, eso sí) ante las vicisitudes por las que pasa el manuscrito de El centro de gravedad permanente.
Además, El hombre que amaba a Franco Battiato es una novela sobre el aprendizaje. Como ocurría en las aventuras clásicas (desde La isla del tesoro a Un capitán de quince años), se parte de una situación de inocencia: Orlando es un joven de veinticinco años que no ha vivido la vida. Tiene dos carreras y habla un par de idiomas, pero ha visto pasar la infancia y la juventud desde la ventana de su habitación. La búsqueda del manuscrito le ofrece la posibilidad de salir de la protección familiar y de embarcarse en una serie de peripecias que le permitirán hacer amistades, descubrir el amor y convertirse, al final de la aventura, en un ser distinto y adulto.
Finalmente, El hombre que amaba a Franco Battiato es un libro de viajes y, como tal, puede leerse sin más. Juan Bosco hace unas hermosas descripciones, propias de un avezado observador, de varias ciudades (Sevilla, Madrid, Lille, Wolfsburgo, Berlín, Nueva York). Se trata de pinceladas geográficas, arquitectónicas y culturales que remansan la acción y le conceden al lector un descanso entre aventura y aventura.
Si a todo lo escrito añadimos una prosa sobria y sin alardes efectistas, y unos personajes bien perfilados (sobresalen, además del protagonista, el maestro de escuela, don Ginés, cínico y controvertido, que llenará el libro de momentos gloriosos, repletos de humor, como la hilarante borrachera de ambos a base de gin-tonics aderezados con especias, en la que el autor se burla de los esnobismos), tenemos ante nosotros una novela que merece la pena ser saboreada como una singular melodía de Franco Battiato.

1 comentario:

  1. Ya tengo la novela en casa, y si ya tengo ganas de echarle un rato, mas aún con tu comentario. Ya hace tiempo que Juan Bosco no sacaba una novela nueva así que al igual que el buen vino, su trabajo mejora.

    ResponderEliminar