Félix Ángel Moreno Ruiz

domingo, 27 de noviembre de 2016

LAS SALINAS DEL ALIENTO de Manuel Guerrero Cabrera

LA SAL DE LA ESPERANZA


Las salinas del aliento es el último poemario de Manuel Guerrero Cabrera (Lucena, 1980), poeta, ensayista, narrador y uno de los más activos agitadores culturales del sur de Córdoba, presente en revistas, periódicos y programas literarios de radio.
Con un revelador prólogo de Luis Alberto de Cuenca, el libro está dedicado a su hija Malena, que se convierte, desde el breve y hermoso poema introductorio, titulado “Ecografía”,  en la gran protagonista del libro, que formalmente está dividido en cuatro partes y en un epílogo de desigual extensión. La primera (“Pena de bandoleón”) está centrada en el miedo a la paternidad, al sufrimiento del recién nacido (“Desde que existes temo que te duela la herida de la vida”) y a sus limitaciones físicas (“Dicen que mi hija no podrá bailar tango”). Sin embargo, a pesar de que el tono de estos primeros versos es triste como el lamento de un bandoleón en una noche de arrabal bonaerense, al final se instala, regeneradora, “la vida tejida de esperanza”. En la segunda parte (“Desangelado el cielo”), la presencia de Malena es menor y deja paso a una serie de reflexiones del autor sobre su vida, las preocupaciones cotidianas (“Me inquieta el terror de lo que subirá la luz este año”), la ausencia del ser querido (“Hoy no trabajo, porque no tengo amor en mis servicios mínimos”), la poesía actual (“Poetas del día a día”) o la importancia de la lectura (“Tras leer los versos, has de pagar con algo de igual valor”). Aparece también la rememoración melancólica del pasado, provocada por la futura paternidad, que lo lleva a recordar la infancia (“De niños en el patio del colegio, todos querían ser Oliver Atom”), sus gustos musicales (“La piel arde en el canto de la airosa escuela de calor… y repetían”), lecturas (“Cuánto desearía ser un guardia civil de las novelas de Lorenzo Silva”), películas (“Cambio todo cuanto toco o dicho de otra manera: amanece que no es poco”) y a realizar rendidos homenajes a escritores como Lorca (“Un polisón de nardos cubre a la niña”) o Cernuda (“El mundo es un verso más allá del amor y del olvido”). La tercera parte (“Venid y lo veréis”), muy breve, es la antesala de “La sal del recuerdo”, en la que Malena vuelve a copar el protagonismo, ahora ya como bebé. Los temores a la futura paternidad dejan paso al reconocimiento de la niña como la fuerza de vida que impulsa al autor (“Sé que no hube vivido antes de tu llegada”), aunque no disminuye el miedo al sufrimiento, como en el bello y también duro poema titulado “Espina bífida”, y hay lugar también para el reconocimiento de sus influencias literarias (“Esta no es mi voz”). Por último, el breve epílogo, que contiene sendos poemas de Antonio Sánchez y de Sensi Budia dedicados a la recién nacida, es el colofón de una poemario redondo, cargado de melancólica amargura y de esperanza, de dulces lágrimas saladas por Malena, que, como en la novela de Almudena Grandes, continúa siendo “nombre de tango”.

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