Félix Ángel Moreno Ruiz

sábado, 12 de enero de 2019

DEVIL'S DAY de Andrew Michael Hurley

TERROR EN LOS PÁRAMOS


Cuando hablamos de Gran Bretaña, acuden a nuestra mente iconos que, de forma sorprendente, han sobrevivido como símbolos de modernidad, a pesar de que muchos de ellos proceden de la más rancia tradición británica: la bandera (omnipresente, en los últimos años, en objetos tan cotidianos como tazas, edredones, cortinas o cojines), el Big Ben, el té de las cinco de la tarde, el fish and chips, el bombín y el paraguas del gentleman, el casco del bobby, los Beatles, el bearskin de la guardia real, la verde campiña, los campos de golf, el puente sobre el Támesis o el Dios salve a la reina. Sin embargo (como ocurre en todos los lugares), existe también una Inglaterra profunda y nada idílica, de páramos agrestes en los que ulula el viento sin cesar y nieva de forma inclemente, de turberas cenagosas en las que desaparecen el ganado que se extravía o los niños que se arriesgan a explorarlas solos. Los habitantes de comarcas tan poco generosas son personas acostumbradas a pasar fatigas y a arrancarle a la tierra su sustento, supersticiosas, apegadas a las tradiciones más ancestrales y desconfiadas del forastero.
Estos páramos, retratados magistralmente por Ruth Rendell en sus relatos de misterio, son los verdaderos protagonistas de Devil’s day, la última novela del escritor inglés Andrew Michael Hurley, que ha publicado en España la editorial cordobesa Berenice. A las Endlands de Lancashire regresa, después de muchos años ausente, John Pentecost, en compañía de su esposa Kat, tras el fallecimiento del Gaffer, el patriarca de la familia. A pesar de la dureza del clima y del trabajo, de que el accidentado viaje pone en serio peligro su matrimonio, John acompaña a su padre a cazar venados, a cuidar el ganado,  y pronto se siente atraído por una forma de vida y por una tierra que nunca ha olvidado y de la que en su momento huyó acosado por un terrible episodio de la infancia.
Escrita de forma fragmentada, en Devil’s day se mezclan la narración del presente con los angustiosos recuerdos de John y relatos que rescatan ancestrales leyendas sobre los habitantes del páramo y sobre el demonio para conformar el retrato nada amable y crudo (terrorífico, a veces) de una Inglaterra, tan real como extraña, en la que se otorga más valor a la vida de un carnero que a la de un ser humano; de una tierra en la que, como John sentencia al final del libro, “el Diablo ha estado desde mucho antes de que alguien viniera, saltando incesantemente de una cosa a otra. Está en la lluvia y en los vendavales y en el río salvaje. Está en los árboles del bosque. Está en el incendio inesperado y en el mordisco de los perros. Está en la enfermedad que puede arruinar una granja y en la nevasca que entierra todo un pueblo. Pero al menos aquí podemos verlo manos a la obra”.

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