Félix Ángel Moreno Ruiz

domingo, 27 de diciembre de 2020

LAS VOLADORAS de Mónica Ojeda

ATRACCIÓN POR LO MACABRO

La poeta y narradora ecuatoriana Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) es una de las figuras más representativas de la nueva generación de escritoras hispanoamericanas, que están irrumpiendo con fuerza en el panorama literario internacional. Herederas del realismo mágico del pasado siglo, incorporan las nuevas tendencias estéticas y la influencia de la cultura anglosajona para crear obras que llaman poderosamente la atención por su lenguaje innovador, la recreación de ancestrales mitos sudamericanos y la utilización del terror como vehículo de unas historias que atraen y repelen al mismo tiempo, y que pertenecen a un género que se ha denominado “gótico andino”. 

Ojeda se dio a conocer en 2014 con la novela La desfiguración Silva y, cuatro años más tarde, alcanzó el reconocimiento de crítica y público con Mandíbula, la historia de una adolescente que es secuestrada por su profesora. Ahora, la editorial Páginas de espuma publica su última obra, Las voladoras, un libro de cuentos que ha sido finalista de la sexta edición del Premio de narrativa breve Ribera del Duero. Formado por ocho relatos, todos ellos tienen en común la presencia de un narrador en primera persona que adopta distintas identidades, pero que suele ser una voz femenina que cuenta una experiencia traumática que le marca la vida de forma definitiva (el abuso paterno, la violencia doméstica, el parricidio, una aventura sexual bochornosa, el odio entre hermanas) y de la que huye sumergiéndose en la soledad y en la locura. También es común la atmósfera de terror que envuelve a todos lo cuentos, que nos recuerda al cine gore de los años ochenta, a las novelas de Stephen King y a la narrativa romántica, que puso de moda una literatura fantástica, de marcado gusto por lo macabro y fantasmagórico, y que en España tuvo su voz más autorizada en Bécquer, autor de unas leyendas que marcaron a muchos escritores posteriores, que continuaron este subgénero narrativo, cultivado hasta la saciedad y que hoy cuenta con múltiples variantes temáticas. Sin embargo, Ojeda incorpora, con acertada originalidad, la presencia del universo mitológico andino, que tiene sus propios seres ancestrales, como las voladoras (que dan título tanto al primer relato como al libro entero), el puma, el lobo, el volcán, el colibrí o el cóndor. Y todo ello envuelto en un halo de violencia sangrienta (los personajes sienten una atracción enfermiza por los miembros amputados, por la sangre en todas sus manifestaciones y con todos sus matices cromáticos, por las objetos cortantes y afilados, por el dolor y el sufrimiento masoquistas) y con una atención desmesurada por la repulsión física y la fealdad de lo deforme, por la complacencia en el asco que  provoca la decadencia del cuerpo cuando es víctima de una enfermedad degenerativa o de una obesidad mórbida.

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