PURA MALDAD
En 1971, la publicación de El otro dio a conocer a un
novelista que, hasta ese momento, había sido un actor de cierto renombre.
Thomas Tryon (Connecticut, 1926-Los Ángeles, 1991) había aparecido en numerosas
películas, entre las que cabe destacar El cardenal de Otto Preminger, en la que
interpretaba a su protagonista, el sacerdote Stephen Fermoyle. Pronto su figura
como narrador eclipsó la cinematográfica, especialmente por el éxito que
cosechó con su primera novela, que recibió el beneplácito unánime de crítica y
público. Luego llegarían otros títulos emblemáticos como Harvest Home o Crowned
Heads, una colección de relatos en la que aparece Fedora, que sería llevado al
cine por Billy Wilder, pero El otro es, sin lugar a dudas, su obra más
emblemática. Reeditada en numerosas ocasiones, adaptada por el mismo Tryon para
el cine en 1972, bajo la dirección de Robert Mulligan, ahora Impedimenta la
publica en castellano con la excelente traducción de Olalla García.
Poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en un
pueblo del noroeste de los Estados Unidos, se sucede una serie de extrañas
muertes en el seno de los Perry, una familia de granjeros que representa las
más rancias esencias de Nueva Inglaterra. Todo parece indicar que en los
desgraciados accidentes se encuentran involucrados Holland y Niles Perry, dos
hermanos gemelos de doce años que encarnan las dos caras de una misma moneda:
Holland muestra comportamientos psicopáticos y una frialdad terrorífica,
impropia de alguien de esa edad (en la retina del lector queda para siempre una
de las escenas iniciales, en la que se describe cómo el niño ahorca al gato de
la vecina y está a punto de perecer al caerse a un pozo seco) mientras que
Niles es un muchacho tímido y bondadoso, aunque siente una atracción fatal por
su hermano, al que sigue en todas sus trastadas como si fuese su sombra.
A lo largo de sus más de trescientas páginas, el lector
asiste estupefacto (a veces, horrorizado) al desarrollo de una historia
que hechiza y espeluzna a partes iguales, atisba cuál será su final y,
finalmente, se lleva una sorpresa mayúscula. Porque, si algo define a El otro,
es el sabio manejo del suspense y de la intriga (dosificados con la suficiente
maestría para que no seamos capaces de soltar la novela, que se devora en unas
cuantas horas), del terror psicológico (que alcanza altísimas cotas de
perversidad al centrarse en la capacidad de los niños para hacer el mal en su
estado más primitivo cuando no existe la barrera moral que impone la educación)
y de los cambios de giro en la trama, que nos desorientan. Con justa razón, El
otro es considerada por la crítica una obra maestra del terror (el mismísimo
Stephen King ha confesado que su lectura lo animó a cultivar este género), que
ha dejado su impronta en novelas y en películas posteriores que le han rendido
homenaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario