SHERLOCK HOLMES NUNCA MUERE
Carlos
Pujol (Barcelona 1936-2012) publicó originariamente Los secretos de San Gervasio en 1994 y ahora, al cumplirse los
veinticinco años, la editorial palentina Menoscuarto acaba de reeditar la
novela con un breve, pero interesantísimo, prólogo de Andrés Trapiello y con un
artículo (que hace las veces de epílogo) que el escritor catalán escribió sobre
la novela policíaca para la revista El
Ciervo en 1973. Son dos alicientes más para leer esta pequeña joya
literaria de uno de los intelectuales españoles más perspicaces de la segunda
mitad del siglo XX, autor de una obra extensa y variada, que incluye la crítica
literaria, la narrativa, el ensayo, la biografía y la poesía.
La
trama de la novela se desarrolla a caballo entre un Londres atípicamente caluroso y una Barcelona no menos
asfixiante. Una noche, después de una opípara cena servida por la señora
Hudson, Sherlock Holmes y su amigo y confidente, el doctor Watson, reciben la
visita de Angélica y de Eulalia, dos distinguidas jóvenes que han venido
expresamente desde Cataluña para contratar los servicios del célebre detective.
Este debe hallar el paradero de su padre, don Pelegrín Vilumara, un industrial
que ha desaparecido misteriosamente merced a las malas artes de su hermano, don
Cayetano. A pesar de que el asunto huele a chamusquina, como Holmes está
atravesando una etapa de ociosidad forzosa, se embarcan en la aventura. Sin
embargo, cuando llegan a Barcelona, descubren que don Pelegrín está soltero e
ingresado en un centro psiquiátrico. En lugar de regresar inmediatamente a
Londres, deciden averiguar los motivos por los que han sido objeto de tan
singular engaño. Siguiendo los pasos de un hombre misterioso (un anciano con
pinta de estrangulador), llegan a la barriada de San Gervasio, donde entran en
contacto con don Alejo Casavella (un escritor de cierta fama que ha ideado una
rocambolesca argucia para conocer personalmente al detective y a su biógrafo) y
con otros personajes no menos estrafalarios y curiosos como una detective catalana
o un arqueólogo poeta. La trama se complica cuando aparece en escena un cadáver
de verdad. Holmes, que no puede dejar pasar la ocasión de lucirse ante un
público tan variopinto, inicia la investigación del crimen que le deparará más
de una sorpresa.
Bien
documentada (Pujol demuestra ser un avezado lector de Conan Doyle) y escrita
con sutil ironía, Los secretos de San
Gervasio es una divertidísima parodia de las novelas policíacas clásicas
(hasta aparece el consabido dramatis
personae de los libros de Agatha Christie) y del detective que confía en la
razón empírica como único mecanismo para resolver los crímenes. A través de los
ojos fríos y analíticos de un Sherlock Holmes en plena forma, que nos revela su
educación jesuítica, el autor hace un lúcido retrato de los españoles (gente
que grita cuando habla y echa la siesta todos los días) y de la condición
humana.
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