PERO ¿QUIÉN MATÓ
A NOLA KELLERGAN?
Es, sin duda, la novela negra de la
temporada. Ya lleva varias reimpresiones en España desde su publicación en
junio de 2013 y se han vendido los derechos de edición a multitud de países.
Algunos hablan de su autor, Joël Dicker, un suizo de veintiocho años que
escribe en francés, como el nuevo Stieg Larsson. Y es que la novela guarda
numerosas similitudes con Millennium,
la famosa trilogía ideada por el escritor sueco: densidad narrativa,
complejidad estructural, tratamiento profundo de los personajes y una
parsimoniosa lentitud en el desarrollo de la historia con continuos giros y
sorpresas. El protagonista de la obra es Marcus Goldman, un joven escritor al
que la suerte ha sonreído con su primera novela. Después de disfrutar durante
un tiempo del dinero y de las mieles del éxito, se embarca en otro proyecto
literario, pero pronto comienza a sufrir la crisis de la página en blanco.
Acuciado por su agente literario y por la editorial con la que ha firmado un
férreo contrato, decide refugiarse para encontrar la inspiración en la casa de
su maestro y mentor, el escritor de culto Harry Quebert, que vive en Aurora, un
pequeño e idílico pueblo de Nueva Inglaterra. Sin embargo, Marcus descubrirá
pronto que nada es lo que parece cuando su amigo es detenido por la policía
acusado de matar a Nola Kellergan, una adolescente que desapareció treinta años
atrás y de la que Harry estaba enamorado en secreto. El cadáver de la muchacha
aparece enterrado en su jardín juntó al manuscrito de la novela que lo
encumbró: Los orígenes del mal. De
ser uno de los escritores más reputados en Estados Unidos, Quebert se convierte
de la noche a la mañana en un criminal abandonado por sus colegas y aduladores.
Solo permanece a su lado su discípulo, quien, en una carrera contra el tiempo,
intentará descubrir, a través de entrevistas con los testigos, qué le pasó
realmente a Nola Kellergan al tiempo que va acumulando material para su nuevo
libro.
Joël Dicker conoce a la perfección
los recursos para atraer la atención del lector, que queda atrapado de
inmediato con continuas anticipaciones y cambios de perspectiva, y eso es un
mérito teniendo en cuenta que la novela tiene más de seiscientas páginas. Con
un número limitado de sospechosos, el autor va sembrando una gran cantidad de
pistas falsas que desorientan al lector y lo preparan para un final repleto de
juegos de artificio. Además, a una sólida y solvente trama policíaca hay que
añadir una visión ácida de la América profunda, repleta de personas de moral intachable
que, bajo la apariencia de la honorabilidad, guardan secretos inconfesables. Y
todo ello adornado con un exquisito juego metaliterario: con la excusa de que
el protagonista es novelista, se hacen continuas e irónicas reflexiones sobre
el oficio de escritor, las veleidades del éxito y las miserias del mundillo
literario.
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