Félix Ángel Moreno Ruiz

domingo, 23 de diciembre de 2018

PATRIMONIO MINERO DE LOS PEDROCHES


El pasado 25 de octubre, Antonio María Cabrera Calero, profesor de Secundaria y geólogo, impartió una charla sobre la mina de los Almadenes en la sede de la asociación Piedra y Cal de Pozoblanco. Reconozco que carezco de objetividad al hablar de una persona a la que considero uno de mis mejores amigos y a la que conozco desde mi más tierna infancia (perdonen la cursilería) cuando éramos vecinos en la calle San Antonio e íbamos al mismo colegio, pero no exagero al afirmar que quienes estuvimos aquella noche en la antigua escuela Santa Ana (donde cursé el parvulario, como se decía entonces) disfrutamos de su sapiencia, de su oratoria, de su capacidad para adecuarse al nivel de la audiencia y, sobre todo, de su fino humor e inteligente socarronería.
Antonio María habló sobre los Almadenes con la autoridad que le confiere el haber dedicado (lo sigue haciendo) numerosas horas de su tiempo libre a investigar (de forma rigurosa, profunda y sistemática) la historia de la minería en los Pedroches. Me consta que, a lo largo de estos últimos años, ha realizado varios viajes al País Vasco y al Reino Unido para recabar información, para consultar documentos con los que desentrañar las vicisitudes de un sector económico que, en su día, tuvo gran importancia en nuestra tierra y que hoy ha caído en el más lamentable olvido.
Sé, porque lo animo a ello cada vez que nos vemos (ocasionalmente, desde que se trasladó su residencia a Málaga por motivos profesionales), que tiene en mente escribir un magna obra sobre la minería en los Pedroches, la cual será, sin duda alguna, manual de referencia y de consulta obligada para futuros investigadores y para toda aquella persona que sienta curiosidad por la materia. Mientras llega ese día, debemos conformarnos con publicaciones parciales en diversos medios (artículos en revistas especializadas de geología o de minería, colaboraciones en revistas de feria de los distintos pueblos) y ponencias como la que tuvimos el placer de disfrutar en octubre.
Reconozco que el entusiasmo y la pasión con que Antonio María habla (cada vez que quedamos a tomar una cerveza o un café) sobre la situación de la minería en los Pedroches a comienzos del siglo XX ha despertado mi interés por el tema, hasta el punto de que decidí situar en nuestra tierra mi última novela protagonizada por el inspector Homero (aún inédita), que viaja desde Córdoba (esta vez, sin la compañía del agente Pedro) para investigar la muerte del director inglés de una mina cercana a Alcaracejos.
Pero este artículo no solo es un merecido elogio a las cualidades profesionales y humanas que atesora Antonio María (perdonen, de nuevo, la cursilería); también es una breve y humilde reflexión (realizada desde un superficial conocimiento) sobre la situación actual de los restos mineros en nuestra tierra. Porque, si algo me quedó claro aquella noche del 25 de octubre fue que, frente a otras comarcas donde este sector tuvo  en un momento determinado de su historia una importancia similar a la que alcanzó aquí (las cuales han procurado rescatar el patrimonio y ponerlo en valor para disfrute de las generaciones futuras y como una forma de fijar la población al territorio, permitiéndole un digno sustento a través del incipiente turismo arqueológico), en nuestra tierra se han tratado (salvo contadas excepciones) con desidia e ineptitud los restos de las antiguas explotaciones, hasta el punto de que, si nadie lo remedia, lo poco que aún queda desaparecerá engullido por la maleza o por la excavadora de algún avispado constructor.
Por no haber, no hay en los pueblos que en su día vivieron de la minería una estatua o una placa dedicadas a aquellos sufridos trabajadores, ni una calle que recuerde a las sociedades mineras que se constituyeron, a los ingenieros (en algunos casos, personas de reconocido prestigio; en otros, aventureros extranjeros de vida apasionante) que dirigieron los pozos o a los banqueros que los financiaron, en una manifestación de supino olvido de lo que un día fue nuestra tierra: una de las comarcas mineras más importantes de la Península, apreciada ya por los romanos, que se adentraron en sus entrañas buscando sus tesoros.
Al igual que Larra se lamentaba a comienzos del siglo XIX (en uno de sus famosos artículos) del estado calamitoso en que se encontraban las ruinas romanas de Mérida y del escaso valor que les daban los habitantes de la ciudad pacense, que parecían ignorar el dorado que había bajo sus pies (hoy, la mayor parte de sus ingresos procede del turismo arqueológico y del festival de teatro que se celebra anualmente en el teatro romano), cualquier persona entendida en la materia se echa las manos a la cabeza al ver el abandono y deterioro de nuestro otrora rico patrimonio minero.
Deseemos que (como en otras ocasiones) no sea demasiado tarde porque entonces solo nos quedará mesarnos, desesperada e inútilmente, los cabellos (perdonen la pedantería) por la oportunidad perdida.

sábado, 22 de diciembre de 2018

LIBERTY BAR de Georges Simenon


EL REGRESO DE MAIGRET



Debo reconocer que Georges Simenon (Lieja, 1903 - Lausana, 1989) es uno de mis escritores de novela policíaca preferidos, como lo es de Andrea Camilleri, el gran maestro del género negro en Italia, que lo adaptó a la pequeña pantalla cuando trabajaba como guionista en la televisión pública de su país. En mi caso, los motivos están claros: son relatos breves, con planteamientos impecables, sin fuegos de artificio ni engaños al lector, escritos con un estilo que aúna la concisión y la aparente sencillez. Aunque el autor no se va por las ramas con digresiones que retardan la resolución del caso, no escatima reflexiones (cargadas de mordaz ironía) sobre el comportamiento humano.
Por eso, que la editorial Acantilado haya decidido reeditar primorosamente las novelas protagonizadas por Maigret es una excelente noticia para los amantes del género negro. La última ha sido Liberty Bar, publicada originalmente en 1932, en la que el comisario abandona su coto de caza particular (Paris) para encargarse de un curioso caso en la Costa Azul: el asesinato de un empresario australiano, que ha abandonado a su familia, los negocios y la respetabilidad burguesa para adoptar un estilo de vida bohemio y disipado. La investigación obligará al comisario a visitar los ambientes más variopintos (desde hoteles de lujo a inmundos tugurios) y a tratar con personas en cuyos corazones, a pesar de pertenecer a clases sociales muy distintas, laten las mismas bajas pasiones.

domingo, 2 de diciembre de 2018

SIN PENA NI GLORIA


Acuérdate de Paula porque vas a morir es mi segunda novela. La escribí en 2012, inmediatamente después de acabar Un revólver en la maleta y antes de comenzar Estaré esperando para matarte, las dos novelas protagonizadas por Homero publicadas hasta la fecha. Decidí dar a conocer antes la segunda entrega del inspector para complacer a los escasos lectores que tengo, que me abordaban por la calle pidiéndome un nuevo caso del policía cordobés y de su compañero Pedro. Esta decisión y el hecho de que luego me embarcara en otros proyectos (la pieza teatral Pañuelos bajo la lluvia y el libro de relatos Misterio en los Pedroches) me permitieron revisarla a conciencia, volver sobre ella una y otra vez, pulirla, despojarla de escenas escabrosas que, observadas con el distanciamiento que ofrece el paso del tiempo, no aportaban nada relevante a la trama.
No hay peripecias detectivescas en Acuérdate de Paula porque vas a morir, donde prevalece lo negro sobre lo policíaco. Hay, por supuesto, una investigación, unos policías (o, más bien, un expolicía porque ya está jubilado), pero todo esto no tiene excesivo peso en la historia porque la atención se busca por otros procedimientos. Al lector no se le engaña con subterfugios, sospechosos habituales y pistas falsas; por el contrario, este intuye, sabe cosas o las adivina. Acompaña de la mano a los personajes en sus temores, en sus miedos; conoce, a veces, más que ellos y, al tiempo, ignora lo importante, por lo que se ve inmerso en un bucle de horror, de desesperación, de ilusiones truncadas, de locura.
Como suele ocurrir en mi narrativa, Acuérdate de Paula porque vas a morir posee una estructura compleja, con varias partes que sitúan la novela en dos espacios temporales distintos: uno, la Córdoba actual, donde se comete una serie de crímenes que, en apariencia, no tienen nada en común. Otro, la Córdoba de los años ochenta del pasado siglo, con la historia de una familia de inmigrantes oriundos de los Pedroches. También (como ya es algo habitual en mí) he procurado que el lector los reconozca. Así, las costumbres, música, calles, objetos y vehículos están presentes de manera natural para otorgar mayor verosimilitud a la trama. En esta ocasión, y a diferencia de las novelas protagonizadas por Homero y situadas a comienzos del siglo XX, la ambientación me resultó fácil porque son dos épocas (la actual y la de hace 25 años) que conozco en profundidad por haberlas vivido (in situ, como diría el inefable Catarella).
En Acuérdate de Paula porque vas a morir, por encima de la historia, del argumento y de la trama, destaca el universo de los personajes. En el proceso de escritura puse mi mayor empeño en su diseño, en que tuvieran una vida interior, en que evolucionaran de forma natural, en que no fuesen de cartón piedra o planos, como suele ocurrir (por las propias características del género) en la novela policíaca. De entre todos, destaca especialmente un personaje femenino. Posee una personalidad compleja, es contradictorio y misterioso (a veces, actúa como antagonista; a veces, como protagonista). Quien se adentre en la lectura de la obra probablemente terminará empatizando con él y con sus inquietudes.
Ya he dejado escrito más arriba que Acuérdate de Paula porque vas a morir es una novela negra. Como tal, pretende la reflexión del lector. No se busca que aparezcan crímenes aquí y allá sin ninguna justificación. En este sentido, se trata de una historia sobre la locura, la venganza, la amistad, el amor y la traición. Hay también un componente social porque realizo un retrato (nunca he pretendido que sea meramente costumbrista, sino crítico) de los barrios cordobeses, del entramado social de la ciudad.
Pese a todo, no es una novela de tesis, no defiendo ninguna postura. No hago apología de nada, solo coloco a unos personajes en una situación límite y los abandono a su suerte. Caminan sin ayuda, guiados por su propia ética (o por la ausencia de ella), por las pasiones más bajas, por la esperanza y por el deseo de venganza.
Por encima de todo, Acuérdate de Paula porque vas a morir es una novela que busca el entretenimiento. Mi mayor deseo (siempre ha sido así) es que el lector pase un rato ameno, que la lea en pocos días (o en pocas horas) y que, al final, tenga la sensación de que ha sido demasiado breve, de que bien podría haber tenido unas cuantas páginas más.