TERROR, MISTERIO Y FANTASÍA
Cuando Bram Stoker publicó Drácula en 1897, no podía imaginar que
su más famoso personaje se convertiría, por obra y gracia del cine, en uno de
los mitos contemporáneos con mayor vitalidad y fuerza. Parodiado y revisado una
y mil veces, el vampirismo (en general) y el conde (en particular) continúan disfrutando
hoy de excelente salud y de una fama que también ha arrastrado a su autor:
ciento seis años después de su muerte, sus obras se siguen publicando y
atrayendo la atención del público lector. En esta ocasión, la editorial Páginas
de espuma, de la mano de Antonio Sanz Egea y con la traducción de Jon Bilbao,
ha reunido por primera vez (semejante labor no había sido hecha hasta la fecha
por ninguna editorial anglosajona, como habría cabido esperar) todos los
relatos conocidos de Stoker en un solo volumen, una encomiable labor que, sin
duda alguna, ha merecido la pena porque permite un mayor (y mejor) conocimiento
del escritor irlandés.
Una personalidad misteriosa
Bram Stoker nació en 1847, en la Irlanda
asolada por la hambruna de la patata y por una epidemia de cólera, que sumieron
a la isla en una crisis demográfica sin precedentes. El pequeño Stoker pasó los
primeros años de su infancia convaleciente de una misteriosa enfermedad que le
impedía caminar y que, probablemente, estuvo causada por algún tipo de
trastorno psicológico que nunca llegó a ser aclarado del todo. Unos años más tarde,
el escritor, convertido ya en un joven atlético y robusto, inició sus estudios
en el prestigioso Trinity College, donde trabó amistad con Oscar Wilde. Allí
conoció también a Florence Balcombe, una antigua novia del genial poeta
irlandés, con quien terminaría casándose años más tarde.
Stoker, muy dado a la mitomanía, no solo
mantuvo una relación especial con Wilde. Aprovechando un viaje a Estados
Unidos, conoció personalmente a Walt Wiltman, que había sido su ídolo literario
de juventud, y luego se convirtió en secretario personal y mano derecha de
Henry Irving, el más celebrado actor shakesperiano de la Inglaterra victoriana.
De todas estas amistades apenas sabemos nada porque el mismo Stoker se encargó
de envolverlas en un halo de misterio al destruir gran parte de su
correspondencia. De hecho, se desconocen incluso las verdaderas causas de su muerte,
acaecida en 1912, a la edad de 65 años, que tal vez pudo estar motivada por la
sífilis.
Tras su fallecimiento, su esposa Florence veló
ferozmente por los intereses económicos de Irving Noel, el hijo que tuvo con
Bram, y para que la obra de su difunto esposo fuese tratada con esmero. Este
celo la llevó a demandar al director de cine Friedrich Murnau, maestro del
Expresionismo alemán, al entender que en Nosferatu
había plagiado gran parte del argumento de su novela más famosa.
Bajo la sombra de Drácula
Aunque la obra de Stoker es muy amplia (abarca
la novela, el cuento, la crítica y obras de no ficción), fue Drácula la que le otorgó mayor éxito y
dinero. Han corrido ríos de tinta sobre las posibles fuentes de las que bebió
su autor para crearla. Gran parte de la crítica coincide en señalar que fue su
madre, Charlotte Thornley, quien encendió la exuberante imaginación de Bram,
cuando, durante los años de convalecencia de la enfermedad que lo mantuvo
postrado en el lecho los primeros años de su vida, escuchaba embelesado los
cuentos que ella le contaba sobre brujas, hadas y fantasmas que poblaban la
tradición oral irlandesa, y sobre los horribles crímenes de los que fue testigo
durante la epidemia de cólera; sin embargo, no debe olvidarse que el conde Drácula
es hijo del Romanticismo y encarnación de sus características más exacerbadas: culto
y veneración al héroe maldito, sensualidad y erotismo, gusto por lo demoníaco, exotismo,
tendencia al suicidio y a comportamientos masoquistas.
Siempre necesitado de dinero (su menguado
sueldo de funcionario apenas le alcanzaba para llegar a fin de mes), Bram
Stoker buscó con afán el éxito comercial y experimentó otras fórmulas
literarias distintas al terror gótico (la novela sentimental Miss Betty es un claro ejemplo); sin
embargo, se vio obligado a claudicar y a entregar al público lo que le
demandaba. La sombra del conde era
ya, incluso en vida de su autor, demasiado alargada y reclamaba por derecho
propio un lugar en la historia de la literatura.
Incansable escritor de cuentos
Stoker escribió relatos a lo largo de toda su
carrera literaria. La gran mayoría apareció en diversas revistas literarias y
en publicaciones periódicas de la época (The Shamrock, Boston Herald, The
Theatre Annual, Current Literature) y solo unos cuantos lo hicieron en forma de
libro. En vida del autor se publicaron dos: El
país bajo el ocaso (1881) y Atrapados
en la nieve. Crónica de una gira teatral (1908). El primero recoge ocho
cuentos situados en un ficticio mundo paralelo al nuestro, poblado de
príncipes, gigantes, ángeles y magos, que le sirve a Stoker para reflexionar
metafóricamente sobre diversos aspectos morales como la bondad, la pureza de
corazón, el castigo y el arrepentimiento. Los quince relatos de Atrapados en la nieve. Crónica de una gira
teatral tienen como marco narrativo una tormenta de nieve que obliga al
tren en el que viaja una compañía teatral a detenerse en medio de la nada. Para
combatir el frío, director, actores y tramoyistas se reúnen en un vagón y, al
calor del fuego improvisado y de las mantas de viaje, cuentan historias
ambientadas en diversos lugares (desde Nueva Orleans a Manchester), en las que
predominan el misterio, el terror y la fantasía.
En 1914, dos años después de la muerte del
autor, apareció El invitado de Drácula y
otros relatos inquietantes. Tal y como reconoce en el prefacio su esposa, Stoker
había planificado publicar tres libros más de relatos. El primero de ellos
estaba formado por ocho cuentos, a los que Florence decidió añadir El invitado de Drácula, que en realidad
era un capítulo de la novela, que el editor decidió descartar para no hacerla
excesivamente extensa y en el que se narra cómo el joven abogado Jonathan
Harper, en su viaje hacia los Cárpatos, tiene un desagradable encuentro con el
espectro de una vampiresa y con un lobo, de cuyas fauces es salvado
providencialmente por unos soldados enviados por el conde. El resto de relatos
(entre los que sobresalen La squaw y El sueño de las manos rojas) está
poblado de seres de ultratumba y sangrientas venganzas, al más puro estilo de
terror gótico.
Los veintisiete cuentos que la editorial
Páginas de espuma ha reunido bajo el epígrafe “Relatos dispersos” nunca
llegaron a publicarse en forma de libro, aunque sí lo hicieron en diversas
revistas inglesas y americanas entre los años 1872 y 1914. Continúan en la misma
línea de los otros cuentos, aunque también hay incursiones en el Romanticismo
sentimental (El camino a la paz, El amor
más grande) o en el exótico, siguiendo la estela de Jack London o de Emilio
Salgari (La empalizada roja).
En general, los cuentos de Bram Stoker
destacan por su brevedad y por unos rasgos que comparten con los de otros
autores de la época como Arthur Conan Doyle: la plasticidad en la descripción
de ambientes, la acertada caracterización de personajes, cierto gusto por el
costumbrismo y la capacidad para crear una atmósfera de terror y de misterio. A
pesar de que han pasado por ellos más de cien años, su lectura no resulta
difícil a un lector medio actual. Este encontrará, además, tramas, personajes e
historias que (salvando las lógicas distancias) aún resultan sumamente atractivos.
Con la edición de Cuentos completos, Páginas de Espuma nos ofrece la posibilidad de
acercarnos a la narrativa breve de un autor que siguió (por distintos motivos,
entre los que se encontraban los económicos) las corrientes literarias de la
época y que, pese a todo, intentó experimentar con fórmulas diversas en una
época convulsa que caminaba hacia las Vanguardias, las cuales fueron, en gran
medida, responsables del encumbramiento de su hijo literario, Drácula, como
mito contemporáneo.
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