HOMENAJE AL LECTOR
Tengo
que reconocer que la lectura de Círculo
de lectores, la última obra del argentino Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964),
me ha resultado enormemente grata por muy diversas razones. No se trata de un
libro de relatos al uso, sino un pastiche en el que caben narraciones,
reflexiones, versiones libres de cuentos clásicos, breves ensayos y aguda crítica
literaria, todo ello bajo el común denominador del lector como protagonista y
como excusa para hablar de Literatura con mayúsculas.
Con
ingenio, gracia y grandes dotes de humor, Berti disecciona los distintos tipos
de lector que existen. Como podemos imaginar, estos pueden ser tantos como
libros se han publicado e incluso nos atreveríamos a afirmar que su número no
tiene fin porque, a pesar de que en Círculo
de lectores aparecen hasta los más variopintos y estrafalarios (la mujer
que releía los mismos libros una y otra vez, el hombre que solo abría los
escritos en alemán, el que se sabía de memoria hasta la última coma de lo que
había caído en su manos, aquel otro que solo podía leer en la habitación de un
hotel, el que se ofrecía a los escritores como personaje literario, el que leía
en sueños, el que compraba una y mil veces el mismo libro, el rico extravagante
que coleccionaba lectores raros en lugar de joyas o de cuadros), en el fondo,
quienes sentimos la pasión por la lectura, quienes nos consideramos lectores
empedernidos e impenitentes, tenemos nuestras manías, ritos y liturgias. Así,
he conocido a una persona que comienza siempre leyendo el final (especialmente,
si se trata de una novela policíaca) y luego retoma su lectura por el principio,
a otra que guarda un pétalo de rosa en la primera página de cada libro que
adquiere o alguien le regala, a otra que, antes de abrirlo, aspira el aroma que
despide (algunos huelen a humedad; otros, a tinta de imprenta; otros, a polvo,
me dice), a otra que solo lee de noche y en la cama, y a otra que siempre lo
hace con una taza de té en las manos.
Berti,
conocedor de esta relación peculiar que mantiene cada lector con el libro,
propone unos ingeniosos juegos metaliterarios en los que cabe de todo: unas instrucciones
para leer (deliciosa y jocosa reescritura del famosísimo relato de Julio
Cortázar, Instrucciones para subir una
escalera), la desternillante explicación de lo que es un narrador, un
método rápido para alcanzar la categoría de lector, reformulaciones de portadas
de libros famosos, la programación televisiva de una cadena dedicada
exclusivamente a la lectura y, para dicha de los seguidores del género
policiaco, once versiones distintas del que posiblemente es el mejor relato
negro escrito en lengua española, Continuidad
de los parques, también de Julio Cortázar. Y es que el genio argentino y su
obra cumbre Rayuela están
omnipresentes en Círculos de lectores,
como también lo está el amor que Eduardo Berti profesa al lector, que es la
razón de la existencia de la Literatura porque “muere el último lector en el mundo
y con él desaparecen, apenas minutos después, todos los libros del mundo, todas
las palabras escritas, es como si la tinta se evaporase, como si las páginas se
pusieran de pronto en blanco”.
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