SALVAR AL PRESIDENTE
La novela de espionaje, tan cultivada en la literatura anglosajona (¿quién no recuerda títulos inolvidables como El espía que surgió del frío de John le Carré, El agente secreto de Joseph Conrad o Moonraker de Ian Fleming, todos ellos llevados al cine con notable éxito?), apenas sí ha recibido atención de los escritores en lengua española. Una loable excepción es, precisamente, la de un escritor de nuestra tierra, Francisco Castillo Arenas (Córdoba, 1976), quien, con El arma perfecta, consolida una saga que se inició con Cazar al Capricornio (2009) y continuó con La otra cara de Jano (2012), protagonizadas todas por el agente del CNI (los servicios de espionaje españoles) Antonio Alba, un tipo duro y resolutivo que, con un sentido particular de la justicia y un espíritu rebelde, se granjea enemigos en un mundo donde la traición y la mentira son el pan de cada día. En esta ocasión, los servicios de inteligencia europeos y norteamericanos han tenido conocimiento de que el presidente de los Estados Unidos va a sufrir un atentado durante una visita a nuestro país y a Alba se le encarga la dirección de las operaciones para desmantelar la operación terrorista antes de que esta se lleve a cabo. En una carrera contra el tiempo, luchando contra mil y un obstáculos (procedentes algunos de las líneas amigas) e intentando salvar su propia vida (amenazada por sicarios implacables), el agente español se moverá por distintos espacios geográficos nacionales y extranjeros en una aventura trepidante en la que no faltan todos los tópicos del género: vertiginosas persecuciones de vehículos, tiroteos espectaculares, reuniones secretos de malvados en habitaciones a prueba de micrófonos, topos infiltrados, armas secretas, conspiraciones internacionales que amenazan la paz mundial, sueros de la verdad, ocultación de pruebas y de cadáveres, comandos operativos, buenos que resultan no serlo tanto y un final impactante y abierto para que la saga de Antonio Alba continúe.
Con El arma perfecta, Francisco Castillo ha demostrado con creces que conoce el género a la perfección, que domina los mecanismos y las técnicas para crear una novela que engancha desde las primeras páginas, que atrapa al lector y lo lleva en volandas y en un suspiro hasta el final. Esta maestría se manifiesta incluso en el contraste, como necesario contrapeso, entre las escenas de acción, predominantes en el libro, y las que retratan la vida íntima del protagonista, que está felizmente casado con otra funcionaria del CNI y es padre de familia. Y también en el espíritu crítico que rezuma la novela: los problemas suelen complicarse porque los intereses políticos impiden que puedan actuar con eficacia los verdaderos profesionales, que quedan, como cabezas de turco, a merced de los resultados.
Larga vida a Antonio Alba.
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