NADA ES LO QUE PARECE
En el cambio de milenio, unos días antes de las vacaciones de Navidad, Silvia Rey, secretaria de la fiscalía de Buenos Aires, se dispone a coger unas merecidas vacaciones. Lleva un tiempo divorciada y aún no ha encontrado un rumbo en su vida, una anodina existencia marcada por los sangrientos casos que investiga y por los desayunos con su estrambótico padre en la cafetería La Niña de Oro, que da título a la novela. En los días que pasará en la playa, pretende huir de la rutina y, con un poco de suerte, tener una aventura amorosa pasajera que no deje huella en su corazón. Sin embargo, todo su tuerce cuando aparece el cadáver de un profesor de Biología con un disparo en la cabeza, con signos evidentes de haber sido torturado y en avanzado estado de descomposición. Resignada a perder las vacaciones y el dinero que ha pagado por adelantado, se hace cargo de la investigación y, con la compañía del subinspector Carrucci, se sumerge en el mundo de la prostitución masculina porque la víctima estaba relacionada con un chico albino apodado Copito, que ha desaparecido misteriosamente. A medida que avanzan las pesquisas, el caso se complica irremediablemente cuando descubre que, antes de fallecer, el profesor estaba realizando estudios sobre genética humana y que, tal vez, su interés por el taxi boy (nombre con el que se conoce en gran parte de Hispanoamérica a los hombres que ejercen la prostitución) se debiera a la ausencia congénita de pigmentación en su piel.
Con estas mimbres, el guionista de cine, ensayista y novelista argentino Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979) ha escrito una novela negra absorbente, que se lee en un suspiro. Son muchos los aciertos de La Niña de Oro. Por una parte, unos personajes bien diseñados y caracterizados, entre los que sobresalen Silvia Rey, con su peculiar humor y su no menos inteligente modo de entender la vida; el subinspector Carrucci, quien mantiene una ambigua relación con su compañera; Francisco Rey, el atildado progenitor de Silvia, consejero y padre a partes iguales, y Esmeralda, una prostituta afectada de acondroplasia, que muestra una profunda compasión por sus semejantes. Por otra, una trama que, como las ramas de un árbol, va dispersándose y tomando caminos distintos según avanzan las investigaciones para converger en un final que sigue los cánones del género negro. Acertado es, también, el estilo empleado, una mezcla de erudita elocuencia y de diálogos ágiles y frescos, que no desprecian los modismos idiomáticos propios del español hablado en Argentina y que le otorgan mayor credibilidad y realismo a la historia.
La Niña de Oro es una buena novela negra y Silvia Rey, su protagonista, un personaje sólido y una interesante aportación al género. Ojalá soplen favorables los vientos de público y crítica para su autor y podamos disfrutar, en un futuro no muy lejano, de nuevas aventuras de esta sagaz secretaria de la fiscalía bonaerense.
La Niña de Oro es una buena novela negra y Silvia Rey, su protagonista, un personaje sólido y una interesante aportación al género. Ojalá soplen favorables los vientos de público y crítica para su autor y podamos disfrutar, en un futuro no muy lejano, de nuevas aventuras de esta sagaz secretaria de la fiscalía bonaerense.
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