GRAZIE, CAMILLERI
A partir de la edición original en italiano de Sellerio, la editorial Salamandra acaba
de publicar en un volumen, bajo el título Los
casos de Montalbano, las tres primeras novelas del famoso comisario salido
de la pluma de Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925). Estas son La forma del agua, El perro de terracota y
El ladrón de meriendas, a las que se
añade un interesantísimo prólogo en el que el escritor siciliano explica cómo se
gestó el personaje y por qué decidió continuar la serie que, en principio, iba
a estar formada solo por dos historias. Según confiesa, el favor del público le
obligó a dar vida de nuevo a un personaje que, desde entonces, lleva
protagonizadas veinte novelas y cuatro libros de relatos.
¿Cuáles son las claves de este rotundo éxito? En primer lugar, cabe destacar unos personajes que se convierten en cercanos y entrañables a base de repetir sus rasgos característicos: el comisario Salvo Montalbano, un policía íntegro, irónico y descreído, amante de la buena mesa y de la mejor literatura, y algo reacio a acatar órdenes; su sempiterna novia Lidia, una mujer inteligente y apasionada; el inepto y voluntarioso Catarella, con sus equívocos lingüísticos y sus golpes en las puertas; el eficiente Fazio, cuyo único defecto es la manía malsana de escribir largos informes que parecen sacados de un registro civil; el subcomisario Augello, paradigma del italiano mujeriego, vividor y narcisista; el doctor Pasquano, forense perspicaz y siempre malhumorado. Todos ellos y muchos más (Galluzzo, Nicolo Zito, Jacomuzzi, Bonetti Alderighi, Ingrid) conforman una pléyade de personajes fácilmente reconocibles por el lector desde que abre la primera página de cualquiera de las novelas de la serie. Esto ocurre también con situaciones que, siempre presentes, ayudan a crear un universo camilleriano único e inconfundible: el comienzo de la novela con el despertar del comisario y el parte del tiempo de esa mañana, los melancólicos paseos por la playa de Marinella, los solitarios baños en el mar, las pantagruélicas comidas (siempre de pescado y de pasta, nunca de carne) en la trattoria y el posterior paseo por el puerto para hacer la digestión mientras Montalbano reflexiona sobre el caso que tiene entre manos, las peleas telefónicas con Lidia, los tirones de oreja del jefe…. Si a esto añadimos una forma de narrar sobria y efectiva, inspirada en los libros que Georges Simenon escribió sobre el comisario Maigret (al que Camilleri adaptó para una serie cuando trabajaba en la RAI), unas historias bien estructuradas, unas tramas y una ambientación realistas y cercanas, entonces comprenderemos tan merecido éxito y por qué el octogenario escritor es considerado, con justicia, uno de los más grandes creadores de novela negra de todos los tiempos.
¿Cuáles son las claves de este rotundo éxito? En primer lugar, cabe destacar unos personajes que se convierten en cercanos y entrañables a base de repetir sus rasgos característicos: el comisario Salvo Montalbano, un policía íntegro, irónico y descreído, amante de la buena mesa y de la mejor literatura, y algo reacio a acatar órdenes; su sempiterna novia Lidia, una mujer inteligente y apasionada; el inepto y voluntarioso Catarella, con sus equívocos lingüísticos y sus golpes en las puertas; el eficiente Fazio, cuyo único defecto es la manía malsana de escribir largos informes que parecen sacados de un registro civil; el subcomisario Augello, paradigma del italiano mujeriego, vividor y narcisista; el doctor Pasquano, forense perspicaz y siempre malhumorado. Todos ellos y muchos más (Galluzzo, Nicolo Zito, Jacomuzzi, Bonetti Alderighi, Ingrid) conforman una pléyade de personajes fácilmente reconocibles por el lector desde que abre la primera página de cualquiera de las novelas de la serie. Esto ocurre también con situaciones que, siempre presentes, ayudan a crear un universo camilleriano único e inconfundible: el comienzo de la novela con el despertar del comisario y el parte del tiempo de esa mañana, los melancólicos paseos por la playa de Marinella, los solitarios baños en el mar, las pantagruélicas comidas (siempre de pescado y de pasta, nunca de carne) en la trattoria y el posterior paseo por el puerto para hacer la digestión mientras Montalbano reflexiona sobre el caso que tiene entre manos, las peleas telefónicas con Lidia, los tirones de oreja del jefe…. Si a esto añadimos una forma de narrar sobria y efectiva, inspirada en los libros que Georges Simenon escribió sobre el comisario Maigret (al que Camilleri adaptó para una serie cuando trabajaba en la RAI), unas historias bien estructuradas, unas tramas y una ambientación realistas y cercanas, entonces comprenderemos tan merecido éxito y por qué el octogenario escritor es considerado, con justicia, uno de los más grandes creadores de novela negra de todos los tiempos.
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