ESPIONAJE A LA ESPAÑOLA
En Los durmientes, del
escritor y periodista Luis de León Barga, nada es lo que parece y la sorpresa
puede estar esperándonos, agazapada, a la vuelta de cada página. Protagonizada
por Rosa, una historiadora que malvive realizando pequeños y poco remunerados
trabajos de investigación, la novela relata sus peripecias cuando una fundación
(de esas que, al amparo de la ley, ocultan siniestras intenciones) le encarga
que escriba las memorias de Jaime Monasterio, un oscuro personaje que, surgido
de las cloacas del Franquismo, había participado en el proceso de transición a
la democracia y que luego fue acusado de espiar para la Unión Soviética.
Después de aceptar el trabajo, se entrevista con su familia y amigos e incluso
viaja a Roma porque Jaime había vivido en la capital italiana durante los
convulsos años cuarenta y cincuenta del pasado siglo. Poco a poco, Rosa va
descubriendo que la línea divisoria entre la verdad y la mentira, entre la
lealtad y la traición, no es tan nítida y que, al igual que los demás pretenden
manipularla, también ella pueda manejarlos a su antojo y en su propio
beneficio.
Profusamente documentada, repleta de interesantes anécdotas sobre
personajes históricos de la época, Los
durmientes relata un episodio poco conocido de la reciente historia de
nuestro país: la participación de periodistas y diplomáticos españoles en la
red de espionaje que organizaron (y siguen organizando) las potencias más
influyentes desde la Gran Guerra.
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