Félix Ángel Moreno Ruiz

martes, 11 de mayo de 2021

LA PATRIA DE LOS SUICIDAS de Pascual Martínez

MUERTE ENTRE OLIVOS



Calor insoportable, olivos y suicidios. Estos son los tres ingredientes que conforman La patria de los suicidas, ópera prima del escritor riojano Pascual Martínez (Logroño, 1973). El sargento de la Guardia Civil, Ernesto Pitana, es trasladado desde Madrid al municipio cordobés de Iznájar, en pleno verano, para hacerse cargo del cuartelillo que acaba de inaugurarse. Allí se encuentra con un plantel de subalternos de lo más variopinto y con el suicidio de un hombre que, aparentemente, llevaba una vida normal. El olfato de sabueso del sargento le hace sospechar que en aquella muerte hay algo anormal, por lo que comienza a investigar y a desenredar un ovillo de crímenes que está cometiendo un asesino en serie y cuya explicación está enraizada en un hecho del pasado.
La patria de los suicidas sigue, punto por punto, los cánones del género: un policía con un turbio pasado y con un genio de mil demonios (que está llamado a dar guerra en sucesivas entregas), unos secundarios que marcan el contrapunto (en especial, el agente Palomeque, que bebe del inefable Catarella, el telefonista de las novelas del comisario Montalbano de Andrea Camilleri), un asesino en serie de libro de psiquiatría y una historia bien orquestada con sus sospechosos habituales, sus giros en la trama y su final sorprendente. Pero, además, para el lector cordobés la novela tiene el aliciente de estar situada en nuestra tierra, en el conocido como “triángulo de los pueblos suicidas”, donde el índice de muertes voluntarias es muy superior a la media del país.

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