HASTA SIEMPRE, MONTALBANO
En el año 2004, a punto de cumplir los setenta y nueve años, el escritor siciliano Andrea Camilleri inició la redacción de la que iba a ser la última novela de la serie protagonizada por el comisario Montalbano. Conmocionado por el repentino fallecimiento de sus amigos, el marsellés Jean-Claude Izzo y el español Manuel Vázquez Montalbán, que habían dejado huérfanos a sus respectivos sabuesos literarios, Fabio Montale y Pepe Carvalho, y temiendo su propia muerte dada su avanzada edad y su impenitente afición al tabaco rubio americano, decidió seguir los pasos de Agatha Christie, quien escribió Telón, la novela en la que hace su último saludo en el escenario el detective belga Hercule Poirot, cuarenta años antes de que se publicara póstumamente. De la misma forma, una ver terminado el manuscrito en 2005, Camilleri se lo entregó a su amiga y editora Elvira Sellerio para que lo custodiase (una leyenda urbana dice que dentro de una caja fuerte), con la orden de que saliese a la luz cuando él falleciera. Sin embargo, pasaron los años y el pronóstico no se cumplió: el escritor, nacido en Porto Empedocle en 1925, continuó escribiendo sus queridas novelitas históricas ambientadas en la Sicilia de los últimos tres siglos y unas cuantas más de la saga del comisario vigatés. En 2016, presintiendo, esta vez sí, su final, decidió revisar Riccardino (título provisional que había puesto en 2005 y que terminaría siendo el definitivo) y realizó algunas modificaciones en el lenguaje, que había evolucionado con los años, no así en el contenido, que permaneció intacto. En 2020, un año después de su fallecimiento, la editorial Sellerio publicó, por fin, las dos versiones de la novela para que el lector italiano pudiera comparar las diferencias y la evolución en el estilo de Camilleri, y dos años más tarde podemos disfrutar en castellano su lectura tras la publicación de la versión definitiva por la editorial Salamandra.
¿Qué va a encontrar el lector en Riccardino? En primer, una entrega más de las aventuras del comisario Montalbano, con una trama bien urdida, sus característicos toques de humor y la crítica a la sociedad italiana y a su connivencia con la mafia. También encontrará a los personajes habituales: su novia Livia, el subcomisario Mimi Augello, que aquí tiene un papel meramente testimonial, el inspector jefe Fazio y el inefable Catarella con sus equívocos lingüísticos y sus antológicas meteduras de pata. Pero, además, y esto la hace especial, hallará un intermitente diálogo metaliterario entre el comisario y el Autor (con mayúsculas) al más puro estilo pirandelliano (técnica utilizada también por Miguel de Unamuno en Niebla), aunque en este caso no es Montalbano quien busca a su creador, sino que este, preocupado por el cariz que está tomando el caso, decide tomar cartas en el asunto, lo que provoca la reacción del policía en un final apoteósico, impactante y sorprendente. O, quizás, conociendo a Salvo y cómo se las gasta, no tanto.
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