A CONTRACORRIENTE
Giovanni Papini
(Florencia, 1881-1956) está considerado como uno de los grandes escritores
italianos de la primera mitad del siglo XX. Autor de obras fundamentales del
pensamiento europeo como Gog e Historia de Cristo, su vida estuvo marcada
por la controvertida amistad que mantuvo con Mussolini o su conversión al
catolicismo en plena madurez después de haber profesado un ardiente y combativo
ateísmo. Ahora la editorial Cálamo acaba de publicar Un hombre acabado, considerada por gran parte de la crítica como su
obra maestra. Escrita en 1913, en forma de autobiografía novelada, está
dividida en seis partes, que tienen como título el nombre de un movimiento
musical: andante, appassionato,
tempestoso, solenne, lentissimo y allegretto.
En ellas, el autor realiza un recorrido por su vida, desde la infancia
hasta el momento en que escribe la obra, con treinta y dos años, y es ya un
escritor famoso y reputado. Sin tapujos, haciendo uso de un osado alarde de
sinceridad y de autocrítica, desgrana sus vivencias y la visión que tiene de su
existencia en todos los aspectos: el familiar, el amoroso, el ideológico, el
religioso, el literario y, sobre todo, el intelectual. En este recorrido, el
personaje Giovanni no sale muy bien parado: a lo largo de las páginas, va
revelando experiencias que nos muestran a un ser infeliz desde la cuna (“Jamás
he sido niño. No he tenido infancia”), contradictorio (“soy el hombre del no y
de la contracorriente”) y misántropo (“el convencimiento profundo de que los
hombres son canallas cuando no son imbéciles”). Dotado de una capacidad innata
para la sátira (“hasta quienes nada tienen tienen ingenio. Hasta los
políticos…”), dueño, a veces, de una personalidad megalómana (“He nacido con la
enfermedad de la grandeza”) y, otras, dado al pesimismo y a la depresión (“Todo
había acabado. Comenzaba de nuevo el mediocre, el bajo el vil”), lo que más
destaca en Papini es su capacidad innata para aprender y para interesarse por
todo lo que lo rodea (“me salvó de esta soledad sin luz la obsesión de saber”),
que se manifestó en la infancia cuando, hijo de una familia numerosa de origen
humilde, devoraba los escasos libros que había en casa. Pero este apetito
insaciable por conocer, por emprender titánicas empresas ―que le llevó, siendo
joven, a comenzar una historia de la literatura comparada o una edición crítica
y comentada de la Biblia―, sucumbía al desánimo cuando se veía incapaz de
lograr su propósito o cuando consideraba que no aportaría nada relevante a la
humanidad. Giovanni Papini encarna, de esta forma, al intelectual siempre
vigilante, siempre crítico, siempre insatisfecho, que busca en la contradicción
la esencia de su pensamiento y que en Un
hombre acabado se manifiesta en su estado más puro.
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